dissabte, 3 de març del 2012

Cómicos: Más triste es robar >> una reflexió dura però necessària


A través del facebook de La Pepa Calvo i del Dani Arrebola, m'arriba un article demolidor, que ve a confirmar els més foscos auguris sobre l'impacte de la crisi en el sector artístic.

Precisament al darrer FETEN (just poques hores després d'haver arribat a casa, cansadíssim però satisfet), vaig comentar que dos vells coneguts meus, un bon director teatral i una esplèndida professora de cant, han iniciat algun negoci d'hostaleria perquè ja els era impossible continuar vivint només de la feina artística.
També recordo haver parlat amb una persona destacada del sector, i haver-li proposat que convoquéssim algun fòrum de la professió on parléssim sense embuts, debatéssim, i si pot ser ens posem mans a la feina, del reptes actuals. I si pot ser, que mirem de resoldre'ls de forma col·laborativa i sense deixar ningú fora.

Cómicos: Más triste es robar

Por: | 01 de marzo de 2012
El-malvado-carabel

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Hace años, cuando la crisis teatral era tan endémica que ni se notaba, los cómicos disponían, mal que bien, de lonjas de contratación que iban algo más allá del tradicional dejarse ver por los estrenos. En Madrid esas lonjas solían ser un café, tres cafeterías y un club: el Gijón, el Teide, Montestoril, Dorín y Oliver. Había más, por supuesto, pero estos eran infaltables.
Al Gijón se iba a “hacer barra”, como los bailarines de ballet, porque en la barra se acodaban los actores y directores de prestigio. El Teide, que estaba a cuatro pasos, era algo así como el plan B, el lugar al que se iba cuando el Gijón estaba muy lleno o muy vacío, y donde solían recalar, recabando el feudo, las gentes del teatro independiente, que pronto encontrarían espacios más modernos y recoletos, como Bocaccio o el pub de Santa Bárbara. Oliver, regentado por Adolfo Marsillach y el cronista Jorge Fiestas, acabó siendo el club farandulero por antonomasia, y su denominación de origen quedó establecida la noche de la legendaria pelea entre la Ponte y la Asquerino, y subrayo lo de “legendaria” porque si toda la gente que me la ha contado hubiera estado allí aquella noche, Oliver habría tenido las dimensiones del Bernabeu.
A mí me lo contó Rafael Azcona, que era hombre fidedigno: “María Asquerino tenía mesa fija en Oliver, como luego la tuvo en Bocaccio, aunque más que mesa era sofá, el sofá que había contra el ventanal. Y una noche entra la Ponte, María Luisa, hecha una furia. Se abalanza sobre ella y le acusa de haberle robado el novio. La Asquerino dice: “Estás loca, cómo se te ocurre, eso es un infundio”. Y la Ponte: “¡Pero si te has tirado a todos los tíos de este café!” En esas, salta Jorge Fiestas con la frase memorable: “¡Mentira, mentira! ¡Estás muy equivocada, María Luisa! ¡Esto no es un café, es un club!”. Pues eso, que Oliver era un club.
A la terraza de Montestoril, en la Gran Vía, solían acudir empresarios y productores.
La cafetería Dorín, que estaba en la calle del Príncipe, junto al Teatro de la Comedia, era harina de otro costal: taburetes de skai rajado, fluorescentes inmisericordes, y una larga barra en la que podías encontrar, a media tarde o casi de madrugada, a punto de cerrar, a muchos actores o actrices a los que creías muertos, a los que no habías vuelto a ver desde los días de Estudio Uno y creías perdidos para siempre tras una polvorienta gira por provincias a mitad de los sesenta. Cómicos viejísimos y cómicos muy jóvenes, desesperados ambos, capaces de lo que fuera por conseguir un bolo, un papelito, un trabajo de extra.

Antes de que cerrara la cafetería Dorín, me encontré en las últimas páginas del ABC un breve texto que parecía haber sido escrito en aquella barra y que, por sus conmovedores acentos, hubiera podido figurar en la gloriosa selección de anuncios por palabras con la que Fernán-Gómez abría el espectáculo con el que se despidió de la escena.

Copio literalmente:

OFERTAS: Ex/actor español, cincuenta años, aparentando menos y excelente persona, necesita un trabajo urgente de taquillero, acomodador, representante, o de lo que sea, en cualquier teatro de Madrid”.

En Barcelona las lonjas de contratación se reducían a cuatro: el café La Luna, en plaza de Cataluña (donde hoy está Caja Madrid), que cerró sus puertas en 1976; tres clubs (Bocaccio, Joanot y el Sot), que circunscribieron su radio de influencia a los últimos sesenta y primeros setenta y, de los ochenta en adelante, el bar Raval, que sigue regentando la imbatible Lucila Aguilera, entre cuyos muchos méritos destaca el haberse emparejado con dos golfos de tanto fuste como Pepe Rubianes y Carles Flavià.

Cambian los tiempos, desaparecen los cafés (o clubs) y cambian los métodos. Los anuncios por palabras, tan habituales en décadas anteriores, han sido poco a poco sustituidos por las ofertas en Internet.
Ahí es donde he encontrado los siguientes textos, prueba evidente de que a) la crisis en el sector actoral está rozando cotas de alta desesperación y, b) la voluntad y el ingenio de los cómicos siguen siendo berroqueños a la hora de buscar alternativas.

El primer texto dice:

“Actor catalán de 48 años, buena presencia, se ofrece para interpretar papeles en la vida real. Si quieres gastar una broma, hacer una gestión, ir acompañada/o a algún evento, dar una sorpresa, hacer algún seguimiento, averiguación o lo que se te ocurra o apetezca, no dudes en contactarme. Me adapto y caracterizo para cualquier situación. Servicio inédito con tarifas anticrisis, por horas, días, semanas, etcétera. Discreción, seriedad, profesionalidad y máxima eficiencia”.


El segundo texto dice:

“Soluciona tus problemas y descarga tensiones con asesoramiento filosófico. El asesoramiento filosófico es una herramienta muy útil para afrontar los problemas y darles solución o alivio. Si tienes problemas necesitas contárselos a alguien que te escuche con la máxima atención y pueda analizar la situación y asesorarte para encontrar el camino adecuado. Cierto es que el simple hecho de explicar un problema a otra persona ya actúa de terapia en sí misma y sus beneficios son automáticos. De todos modos, nosotros tratamos de ir un poco más allá, dirigiéndonos hacia la búsqueda de soluciones a través de la filosofía. El método del asesoramiento filosófico es algo novedosos todavía en España, y nosotros somos pioneros, pero en EEUU ya funciona desde hace muchos años, tanto a nivel de particulares como de medianas y grandes empresas que cuentan muchas de ellas con su propio departamento de asesoramiento filosófico para sus empleados.
Te ofrecemos seriedad, discreción y compromiso. Por sólo 20 euros, que es el precio de una sesión, tu vida puede mejorar de forma radical. Si tienes problemas, no sabes o no tienes a quien contarlos ni cómo resolverlos, en nuestro asesoramiento filosófico puede estar tu solución”.

Sorprende gratamente advertir el módico precio de las sesiones.
Pero lo que más sorprende es que el nombre y el número de teléfono del asesor filosófico coincidan con los del actor dispuesto a ofrecer sus variados servicios.
Este hombre es "un completo", como se decía antaño de los toreros que dominaban las diversas suertes: yo le contrataría en el acto.

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